Los falsos centristas y la falacia del justo medio - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 26 de octubre de 2018

Los falsos centristas y la falacia del justo medio



UNA FÁBULA

Supongamos que tenemos a dos personas. Una de ellas dice:

“Los negros son inferiores a los blancos porque Dios lo dice, y Él nos ordena someterlos al lugar que les corresponde, mediante la violencia si es necesario.”

La otra contesta:

“No, todas las razas humanas son iguales ante los ojos de Dios, y Él nos ordena combatir a los racistas, mediante la violencia si es necesario.”

Ambas posturas, por lo menos a primera vista, se antojan igualmente irracionales, ya que las dos fundamentan un imperativo moral en una creencia supersticiosa y dogmática. En ese sentido, la irracionalidad de las mismas puede ser criticada por igual. Incluso podríamos decir que ambas son igualmente violentas, ya que consideran que la violencia es justificable para lograr sus objetivos.

Lo que no podríamos decir es que ambas son moralmente equivalentes, porque mientras una está a favor de la opresión de un grupo de personas, la otra está en contra de esa opresión y a favor de la igualdad. Tampoco son igualmente peligrosas, aunque ambas justifiquen las acciones violentas, porque mientras los seguidores de la primera postura usarían esa violencia para oprimir a personas inocentes con base en rasgos sobre los que no tienen ningún control, los seguidores de la segunda usarían esa violencia sólo contra los violentos seguidores de la primera.

¿Ven para dónde voy?

LA FALACIA DEL JUSTO MEDIO


“La virtud es un punto medio entre dos vicios extremos” decía Aristóteles. Bueno, no lo dijo con esas palabras, pero la idea es la misma. Por ejemplo, entre ser un cobarde incapaz de controlar su miedo ni siquiera para cumplir con un deber ético, y ser un temerario idiota que se lanza al peligro sin pensar, está el ser valiente y capaz de enfrentar riesgos cuando sea necesario.

Así, para muchas personas la sabiduría está en escoger ese justo medio. Entre las opciones demasiado extremas que nos presenta la vida, lo sensato es optar por una que salomónicamente nos ubique en el centro.

El problema es que ese “justo medio” no siempre está literal y exactamente en el centro, equidistante de los dos extremos, y eso es porque a veces éstos no son equivalentes entre sí. El mismo Aristóteles hace esta aclaración en su Ética, y señala que la valentía se encuentra más cerca de la temeridad que de la cobardía. Incluso que la temeridad, con todo, es preferible a la cobardía. Ambas son vicios, pero no son igualmente malos. Es más, algunas virtudes no son “justos medios”, sino absolutos. Puede haber distintas gradaciones entre lo justo y lo injusto, pero no puede existir “demasiada justicia”.

En la fábula que puse arriba, aunque uno puede adoptar una actitud crítica ante ambas posturas imaginarias, también tenemos que en este caso, la virtud no se encuentra en el centro, precisamente porque esos extremos no son equivalentes entre sí. Colocarse acríticamente en medio y desdeñar “ambos extremos por igual” no siempre es lo más sabio y puede ayudar al peor de los extremos a triunfar.

FASCISMO Y ANTIFASCISMO


El fascismo está ascendiendo en todo el mundo. No uso la palabra a la ligera; no soy de llamar “facho” a cualquier persona con tendencias conservadoras o autoritarias. Yo solía creer que el fascismo era un fenómeno exclusivo de la primera mitad del siglo pasado y que las dictaduras militares que se dieron en tiempos posteriores (por ejemplo, Pinochet en Chile), eran más bien “fascistoides” y no estrictamente fascistas.

Pero lo que estamos viendo ahora es el resurgimiento del fascismo literal, con sus diferencias importantes con aquel que provocó la Segunda Guerra Mundial, pero que de fondo es lo mismo: nacionalismo xenófobo, misoginia y homofobia, teorías conspiratorias, autoritarismo, desprecio por los derechos humanos y la democracia, exaltación de la violencia y el conflicto, etcétera. Hay personas mucho más doctas que yo dando la alarma.

Leyendo el clásico de Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, podemos aprender algunas cosas sobre cómo surgen y se esparcen estos movimientos extremistas. Una de sus estrategias más efectivas consiste en apelar al centro, moderando su discurso para ganar la simpatía de todas aquellas personas que no se sumarían de lleno al proyecto totalitario y genocida de los más fanáticos, pero que no vería tanto problema con cederles un poco de terreno en algunos temas. Sobre todo, que hasta vería con buenos ojos que aquellos que se oponen directamente al movimiento totalitario fueran derrotados. Para apelar a conservadores ordinarios, liberales clásicos, centristas o simplemente personas no muy politizadas, el discurso fascista puede atemperarse y cambiar los términos de la conversación, de forma que versiones diluidas de sus ideas extremistas puedan ir colándose en el discurso común (un muy buen video al respecto).

Este nuevo fascismo, como el anterior, se opone a todos los progresos sociales del mundo liberal moderno y a los movimientos por justicia social que históricamente los han impulsado y que actualmente siguen luchando por lograr más: feminismo, antirracismo y movimientos por los derechos LGBTQ+, etcétera. Otros han surgido específicamente para combatir la amenaza del fascismo, siendo el más célebre de todos Antifa.


Estos movimientos pueden y necesitan a su vez recibir críticas, que para ser válidas deben ser coherentes y basadas en un conocimiento profundo del tema (de otra forma serían superfluas y erradas), y ciertamente han cometido equivocaciones al diagnosticar los problemas que enfrentan o diseñar estrategias para solucionarlos. Pero no son las innegables fallas, inevitables en toda empresa humana, sino el hecho de que estos movimientos se perciben como amenazas al statu quo, lo que provoca una reacción visceral de rechazo, desconfianza o abierta hostilidad en buena parte de la población, que a menudo los considera incomprensibles, innecesarios o exagerados.

El discurso que favorece al fascismo tiene muchas facetas. Está el escandaloso y conspiranoico al estilo Alex Jones, que atrae a los fanáticos más viscerales. Está el del típico troll de redes sociales que se comporta como un puberto inmaduro y contamina los foros de discusión con burlas y sarcasmos. Pero está también el que se reviste con un aire de respetabilidad y se presenta como serio, moderado, centrado y objetivo. A cada público tiene algo que ofrecer y todos ellos se aprovechan del miedo a los movimientos progresistas para apelar al centro.

Centristas y moderados por lo general no serán seducidos por discursos abiertamente misóginos o racistas (¡aunque luego uno se sorprende!), como que hay que regresar a las épocas del apartheid, que se necesita retirar a las mujeres los derechos conseguidos hasta ahora, o que se debería ilegalizar la homosexualidad. Pero sí que podrían dejarse llevar por críticas "sensatas a los excesos de la izquierda regresiva", y acabar convencidos de que Black Lives Matter es tan racista como el Ku Kux Klan, que los movimientos LGBTQ+ se han vuelto tan intolerantes como aquello que critican, que el feminismo hegemónico es misándrico, un sexismo a la inversa (ya escribí algo sobre misandria, heterofobia y racismo a la inversa). De ahí toda esa cantaleta paniquera de que los progres, los social justice warriors, los chairos, los marxistas culturales, las feminazis, el lobby gay y la ideología de género “¡nos destruirán a todos!”

El objetivo es debilitar a esos movimientos que se opondrían al fascismo y que representan a los grupos de personas que serían las víctimas del fascismo. Se trata de socavarlos, deslegitimarlos para que los fascistas puedan entrar con ímpetu por puertas abiertas. Al mismo tiempo, se minimiza la amenaza de la ultraderecha, al hacerla pasar por una excentricidad ni más ni menos inocua o dañina que sus equivalentes en la izquierda, en vez de un peligro existencial aberrante y extraordinario. ¿Cómo podemos darnos cuenta de que este discurso es falaz? Veamos…

LA PROPAGANDA


El objetivo es hacer sentir que todos los hombres están en peligro de ser atacados por el feminismo o que cualquier transeúnte inocente puede ser víctima de un antifa enloquecido. Y tienen el terreno fértil para ello. Vean cómo la gente ha tratado los temas de Miss España o de la versión feminista de El Principito, como si fueran señales de la decadencia de la civilización.

El vulgo está predispuesto a sentir mayor hostilidad hacia estas tonterías inocuas que a la violencia real que sufren los grupos perseguidos todos los días, porque ésta se encuentra normalizada, mientras aquellos casos representan una desviación de la normalidad que se siente como inaceptable y amenazante. Los medios y las redes sociales, que tienden a preferir lo espectacular y lo escandaloso a lo relevante, no ayudan a combatir esta percepción. Después de todo, se volverá más viral la imagen de una joven sin blusa gritando en la calle, que los textos académicos de estudios de género.

Por ejemplo, si uno se deja llevar por la cobertura, parecería que Antifa está descontrolado atacando civiles en las calles y dañando propiedad ajena sin provocación; pero lo que sucede es que los medios se han centrado desproporcionadamente en sus acciones violentas. Las historias de simpatizantes de Antifa que atacan a personas inocentes sólo por su corte de pelo, o de que algunos mass shooters en Estados Unidos eran “miembros” de Antifa son noticias falsas.

El video viral de la “activista feminista” rusa que le tiraba cloro a los hombres que hacían manspreading en el metro resultó no sólo ser falso, sino elaborado por la maquinaria propagandística rusa, al servicio de un gobierno que se ha dedicado a criminalizar a las personas LGBTQ+ y que ahora está fichando a los movimientos feministas como radicales y peligrosos.[1]


Aún sin necesidad de recurrir a noticias falsas, derechistas y centristas caen en la trampa de equiparar a los movimientos por la justicia social con la ultraderecha en sus interpretaciones de los acontecimientos. Básicamente toman alguna instancia de exageración o absurdo por parte de algún simpatizante de causas progresistas o de izquierda y lo plantean como una prueba de que están tan mal los unos como los otros.

Es cierto que los progres pueden llegar a ser tan dogmáticos e intransigentes como un fanático religioso. Pero, frente al fascismo, los movimientos por la justicia social, no son moralmente equivalentes, porque a pesar de sus eventuales excesos o disparates, su objetivo final es la consecución de una sociedad más justa e igualitaria; ni sus metas ni sus métodos consisten en la supresión de los derechos y libertades fundamentales de las personas.[2] El fascismo pretende oprimir a las personas por crímenes ontológicos, es decir, no por lo que hacen, sino por quiénes son. Más aún, no olvidemos que, en el caso del fascismo, la monstruosidad y las atrocidades no son accidentes, ni daños colaterales, ni efectos secundarios: forman parte fundamental de su ideología y sistema de valores.

Los movimientos por la justicia social tampoco son igualmente peligrosos que los de extrema derecha, ni siquiera los que legitiman la violencia en ocasiones (que ni son la mayoría) porque: a) no violentarían a cualquier hijo de vecino, sino solamente a los fascistas, es decir, a quienes sí atacarían a las personas inocentes (no, Nacho, que te digan que eres sexista porque te gusta GTA no es equivalente a ser un perseguido u oprimido), y b) carecen del poder y la influencia para hacer que los aspectos más extremos de sus ideologías se vuelvan mainstream; no están marchando por las calles anunciando impunemente que van a acabar con “los judíos que quieren reemplazarlos”, ni tienen líderes de naciones defendiendo sus teorías conspiratorias.

Ultimadamente, este hemisferio sigue gobernado por hombres blancos heterosexuales acaudalados y comprometidos con el capitalismo, y no parece que eso vaya a cambiar pronto. Lo que sí podría cambiar, y de hecho está cambiando mientras lees estas líneas, es la suerte de miles de personas que no comparten alguna de esas características, y que precisamente por ello están en peligro.

VIOLENCIA Y MODALES


Es muy raro encontrar a una persona que de verdad esté “en contra de toda violencia”. En realidad lo que sucede es que todos consideramos ciertas clases de violencia como legítimas y otras como ilegítimas, dependiendo de quién la ejerce, contra quién, por qué motivos, en qué grado, etcétera.

Por ejemplo, casi nadie negaría la legitimidad de quien usa la violencia para defenderse de un atacante. También se considera legítima la violencia si es ejercida según la ley por las instituciones de gobierno. Si la policía abre fuego contra un grupo de asaltantes que regresan los disparos, ¿a quién se le ocurriría decir “qué barbaridad, es que son igualmente violentos”?

Dos personas agarrándose a golpes en la calle pueden ser igualmente violentas en apariencia. Pero si una quiere oprimir, segregar o incluso exterminar a un grupo de personas, y la segunda quiere detener a la primera, entonces no son moralmente equivalentes y no son igualmente peligrosas.

Por otro lado, una persona puede promover las ideas más horrendas con toda la calma del mundo, haciéndose pasar por un interlocutor sensato con quien se puede tener una conversación. Puede vestirse de traje y decir con absoluta serenidad, “La población blanca en el hemisferio occidental se encuentra amenazada por el crecimiento exponencial de otros grupos, que la inmigración descontrolada sigue introduciendo a nuestros países, y tenemos que tomar medidas para defendernos”.

Como se trata de un discurso racista y xenófobo, y como esas “medidas para defendernos” no pueden ser otra cosa que violencia que atente contra los derechos humanos, una persona, ya no digamos de izquierda, sino que tenga un mínimo de decencia humana básica, podría reaccionar con indignación y gritar “¡Bueno, pero es que tú eres un jodido nazi de mierda!”.

Entonces un tercero que quiera verse centrista, pero que en realidad estará jugando el juego del ultraderechista, dirá “Hey, tienes que ser tolerante. Esta persona está presentando sus argumentos de forma racional y tú le agredes.”


Pero estos argumentos, aunque presentados con buenos modales, son irracionales, moralmente despreciables y potencialmente peligrosos. Así que hay que tener mucho cuidado con la “apelación a los modales” para hacernos perder de vista lo que se dice y centrarnos en cómo se dice.

Una de las estrategias del fascismo consiste precisamente en presentarse como una opción política más, digna de participar en la discusión pública y de ser protegida por los principios de la libertad de expresión, en vez de la monstruosa aberración de la que realmente se trata.

Que quede claro: no existe convivencia pacífica con el fascismo, porque la única forma en la que el fascismo puede llevar a cabo sus planes (la opresión, exclusión o exterminio de mujeres, minorías raciales y personas LGBTQ+) es mediante la violencia. (Por favor, si sólo le van a dar click a uno de los enlaces que pegué en este texto, que sea éste).

Incluso siendo fieles a los principios de la libertad de expresión y rehusándonos a censurar legalmente sus discursos o agredir a sus representantes sin provocación, el imperativo moral es enfrentarlos siempre que se pueda, mediante el boicot, la protesta, la disrupción de sus eventos, la presión social, el rechazo a cederles foros y espacios, la negativa a normalizarlos y hasta el insulto y el escarnio si es necesario (todo ello también protegido por la libertad de expresión).

PERO LA CULPA ES DE LA IZQUIERDA


Contrario a lo que muchas veces se dice, no han sido los “excesos” de los progres los que provocaron el auge renovado del fascismo. A lo mucho, los errores y estrategias fallidas de estos movimientos les han hecho perder la fuerza que necesitan para combatir efectivamente al fascismo, y al mismo tiempo han espantado a los centristas incautos.

Por supuesto que a la extrema derecha le favorece esta narrativa de que “los excesos de la izquierda crearon al monstruo”, porque dirige la ira y los esfuerzos de los centristas y liberales contra el enemigo más acre de la ultraderecha, en vez de poner la culpa en la pérfida manipulación de los mismos fascistas o en la ineptitud y falta de voluntad del statu quo para detener el avance de ese monstruo.

No olvidemos lo que nos dice Arendt:

"En los regímenes totalitarios la oposición política no es el pretexto para el terror, sino el último impedimento para que desate toda su furia."

Cuando me topo con alguien que insiste una y otra vez con que el problema ha sido cómo la izquierda ha manejado la situación, sin jamás dirigirle una crítica al fascismo literal, a sus estrategias de manipulación y a sus políticas aberrantes, es natural que me parezca necio y poco perspicaz, si no es que de plano desconfiable.

Existieron, por supuesto, regímenes en la izquierda casi tan criminales como el nazismo y el fascismo: el estalinista y el maoísta, responsables de las muertes de millones de personas[3]. Pero hoy en día, por lo menos en Occidente, los apologistas de esos regímenes son insignificantes. Y, a diferencia de los neonazis, ni siquiera ellos están abogando por el genocidio; nomás viven en la fantasía que sus dictaduras fueron utopías de justicia e igualdad. Si estuvieran marchando por las calles, amenazando con tomar el poder y exterminar a grupos enteros de personas, sí serían preocupantes. Mientras tanto, el querer minimizar el peligro que significan los fascistas con base en que por ahí hay uno que otro loquito que glorifica a Stalin, es absurdo. Y hasta entre dictadores hay niveles: el que haya mamertos fans de Castro o Chávez no se equipara con el hecho de que la nieta de Mussolini esté defendiendo a su abuelo en el parlamento europeo.

Absurdo también es equiparar a cualquier movimiento de izquierda con el totalitarismo comunista del siglo XX. Que es, por cierto, el punto de la teoría conspiratoria del “marxismo cultural”: hacer parecer que los movimientos por la justicia social son parte de un complot para sumir al mundo occidental en una distopía estalinista.

Aún así, las alarmas que desde la derecha y el centro se prenden ante cosas como que “¡Las trigger warnings están arruinando las universidades!” y otros rollos que sí suceden y sí son tonterías, pero que estadísticamente son mucho menos comunes y relevantes de lo que uno pensaría si sólo se la pasa leyendo discusiones en Internet. Aún así, no falta quien use esos casos para hacer parecer que la izquierda, los progres, los social justice warriors, están a punto de llevarnos a Mil Novecientos Ochenta y Cuatro.

Ultimadamente, a pesar del dogmatismo en el que pueden llegar a caer, o en su obsesión con las expresiones ofensivas, en el peor de los casos los progres son un fastidio. En cambio (y las pruebas nos las dan sus antecedentes históricos y sus discursos presentes), el fascismo es una amenaza para la vida y el bienestar de los seres humanos.

EL ENEMIGO DE MI ENEMIGO…


Ojo: no estoy diciendo que las personas que hagan críticas contra la izquierda o los movimientos por la justicia social sean secretamente fascistas o estén siendo manipuladas por el fascismo. Tampoco estoy planteando una cuesta resbalosa en la que si nos atrevemos a criticar al feminismo vamos a terminar volviéndonos nazis.

En tiempos de la Guerra Fría, muchos izquierdistas adoptaban una actitud acrítica ante los regímenes comunistas alrededor del mundo. Justifican o minimizaban las atrocidades y abusos de los dictadores. Aún hoy lo han seguido haciendo con la corrupción e ineptitud de los gobiernos bolivarianos. La idea era “no criticar para no ayudar al enemigo”. ¿Acaso no estoy proponiendo algo igual?

No, porque en primer lugar no estoy diciendo se deba dejar de criticar a los movimientos progresistas, sino por el contrario, ser mejores críticos evitando las falsas equivalencias, la difusión de información engañosa y los análisis superfluos basados en prejuicios. En segundo, porque aun si lo hiciera, las implicaciones éticas de cuestionar o no a los regímenes comunistas de antaño no son las mismas que hacer lo propio frente al feminismo y demás: en el primer caso estaban en juego las vidas y los derechos de seres humanos y la prosperidad de naciones enteras.

Lo que digo es que debemos tener cuidado para no caer en la trampa de quienes, ingenua o maliciosamente, difunden lo que a primera vista pueden parecer críticas legítimas, pero que en realidad son falacias (burdas o sofisticadas) que en última instancia pretenden debilitar la oposición al fascismo.

LOS FALSOS CENTRISTAS


Los falsos centristas quieren hacer ver a los movimientos por la justicia como equivalentes ya sea a los movimientos de extrema derecha, ya sea a los de extrema izquierda. Debemos tener mucho cuidado con los que se quieren hacer pasar por centristas racionales, que a lo mejor de dientes para afuera admiten que el populismo de derechas es preocupante[4], pero que en verdad se la pasan esgrimiendo argumentos mal construidos en contra del feminismo, de los movimientos LGBTQ+, Black Lives Matter, Antifa, la “corrección política”, la “izquierda regresiva”, el “posmodernismo” etc. Los jenios de la Intellectual Dark Web son un ejemplo proverbial.

Gente como Jordan Peterson comparando el activismo trans con el estalinismo (refutaciones aquí, aquí y aquí), o Christina Hoff Sommers llamándose a sí misma “fact feminist” mientras asegura que hay una guerra contra los varones y la masculinidad, u otros individuos que se dicen disidentes luchando contra la intelectualidad hegemónica, a pesar de que tienen todos los micrófonos a su disposición y tampoco es como que pertenezcan a minorías perseguidas. Todo con mucha seriedad, civilidad y buenos modales, que se ven bien en oposición a los progres histéricos y su indignación perpetua. Estos intelectuales siempre están cacareando sobre los valores occidentales de la Ilustración, la libertad de pensamiento y el rigor científico (lo cual enamora a los escépticos y ateos brillantes), aunque sus argumentos estén llenos de falacias y extrapolaciones sin sentido.

Otra estrategia es recurrir al mito de la “distopía progre”, haciendo afirmaciones falsas o exageradas de lo desastrosas que han sido las políticas progresistas en países desarrollados. La más famosa es el mito de que el feminismo en Suecia ha convertido al país nórdico en la capital europea de las violaciones, un bulo que se repite una y otra vez no sólo entre los alraiteros, sino en foros que se quieren hacer pasar por centristas objetivos, como Quillette, no sólo difundiendo el mito sino usándolo para promover por partida doble la xenofobia y el antifeminismo. No es casualidad que entre sus seguidores se encuentren no sólo centristas y derechistas moderados, sino sobre todo alraiteros a los que no se atreven a repudiar.[5]

Es que a estas alturas, perdónenme si me pongo algo suspicaz, pues ya no siempre sé cuándo estoy tratando con un fascista hecho y derecho que se está haciendo pasar por centrista moderado, o cuándo con un auténtico centrista que en su ingenuidad honesta está ayudando a que el discurso fascista gane terreno. Por principio acepto el reto de quien está en desacuerdo conmigo y asumo que sólo está confundido y que bien puede ser alguien con quien es posible tener una discusión honesta. Sólo es después de un rato, conforme progresa la conversación y van cayendo sus velos, es que me atrevo a hacer un juicio.

Por ejemplo, este vato. Al principio parecería querer dar un consejo honesto sobre cómo la izquierda debería mejorar su discurso para ganar adeptos (algo con lo que yo concuerdo), pero después de un rato sentí que nada más quería enredarnos en la misma eterna discusión, sin atender el peligro real del fascismo pisándonos los talones.


Una revisión rápida de su historial de acciones en mi fanpage me reveló sus preferencias. A este tipo le ENCANTA que la nieta de Mussolini esté defendiendo a su abuelo, que Bolsonaro quiera pavimentar la Amazonia y que Trump pretenda desaparecer legalmente a las personas trans. Al mismo tiempo le da risa que haya habido una manifestación contra el racismo en Alemania.



Joder, pues perdónenme si no le creo mucho que sus intenciones sean aconsejar amistosamente a los izquierdistas.

No es lo mismo ser centrista (adoptar deliberadamente una posición media entre dos extremos), que ser neutral (no tomar partido en una disputa), que ser objetivo (basar las propias opiniones en conocimientos factuales del mundo real), que ser ecuánime (tener la capacidad de mantener la serenidad en cualquier situación).

Yo no pretendo ser neutral ni imparcial. Trato de ser objetivo, a sabiendas de que la objetividad perfecta es imposible para todo ser humano, pero creo que hay situaciones ante las que no se puede ser ecuánime. Tengo mis simpatías políticas y las expreso francamente. Yo simpatizo con la izquierda, con el feminismo, con Antifa; simpatizo con los movimientos que estén a favor de los derechos de los grupos vulnerables. Y puedo ser crítico con algunas de sus posturas y hasta discutir airadamente con algunos de sus seguidores. Pero al final del día, cuando llegue el momento de afirmar lealtades y plantar cara al enemigo, sé muy bien junto con quién espero que me cuenten.

Es así porque creo que en este caso la virtud está más cerca de un lado que del otro. Porque hay ocasiones en las que ser neutral es ayudar a los malvados.




Esta entrada forma parte de la serie Crónica de un Invierno Fascista (y de la Resistencia). Otros textos sobre temas relacionados incluyen:




[1] Claro, las personas que se creyeron esa historia y la aplaudieron cayeron de la peor manera posible en la trampa propagandística. Alguien hizo una parodia sobre ti y tú la abrazaste sintiendo que sí te representaba.

[2] Por supuesto, las medidas que se llevan a cabo para ello, como implica la pérdida de un privilegio para que otra persona avance en la consecución de sus derechos (digamos, las cuotas de género o los espacios exclusivos para mujeres), son volteados en el discurso derechista como si fueran derechos que se le quitan a los hombres y se otorgan como privilegio a la mujeres (más de esa discusión aquí).

[3] Ambos mataron a más personas en total que Hitler, pero tengan en cuenta que también gobernaron naciones mucho más grandes y pobladas por muchos más años.

[4] Y lo llaman “populismo” y “demagogia”, nunca “fascismo” ni “ultaderecha”, porque así pueden equipararlo con movimientos populistas de izquierda, tipo Bernie Sanders en EUA o Morena en México.

[5] Alguna vez, quise llamar la atención de Roxana Kreimer, de Feminismo científico, sobre la abundancia de extermistas de derecha en su foro, e intenté invitarla a reflexionar sobre cómo sus publicaciones estaban alentando el discurso de odio entre esos incómodos seguidores. Prefirió borrar mi comentario y amenazarme a mí con “exponerme a los cuatro vientos” por ser intelectualmente deshonesto antes de repudiar o siquiera reconocer a los neonazis literales que tiene en su grupo.

10 comentarios:

Volaverunt91 dijo...

Vaya, creo que sí nos hemos concentrado demasiado en la generación "snowflake" y los justicieros sociales.

Es triste que aunque le expliques a la gente con claras señales que no es lo mismo un izquierdista con falta de una clase de humildad que el títere de un radical guerrerista de derecha (hablo de la experiencia en Colombia, claro), el miedo a ambos es tan grande que muchos prefieren ignorar la coyuntura o, en el peor de los casos, ir por el diablo conocido.

Una amiga de Brasil en el instituto está muy decepcionada y asustada con lo que viene mañana. Hay muy poco para ponerse optimista, y entre los molestos por la corrupción del PT, los reaccionarios que temen a la "ideología de género", los inconformes con la inseguridad y los que siempre van a temer a la izquierda están muy dispuestos a poner en el poder a Bolsonaro aunque se cargue medio Amazonas y vuelva parias a las minorías. Parece tan incomprensible que ignoren las peores propuestas de ese sujeto, pero después de todo lo que he tenido que ver con mi país, creo que lo único que me sorprende es que no esté doblando a Haddad en intención de voto.

Así nos va...

Maslow dijo...

El problema es que, en estos tiempos de polarizacion politica, los centristas somos vilipendiados y tras desatarse el desastre, despreciados (como paso con los ciudadanos alemanes que no compraron el nazismo). Yo me considero de centro-izquierda: apoyo a los movimientos por la diversidad sexual, pero no a los trans (para mi, es como si a los anorexicos se les dijera que efectivamente son gordos por sentirse asi), y en general estoy de acuerdo con los temas de la izquierda, pero discrepo en sus teorias y metodos (detesto el feminismo marxista, por ejemplo, y su afan de reducir todas las interacciones humanas a una dinamica de opresor/oprimido).

La cosa es que cada vez que trato de plantear mis puntos de vista, la gente reacciona de forma muy parecida a las caricaturas de internet, en plan "los apoyas a ellos o a nosotros". Y esto no va de lados, coño, y mientras se siga poniendo mas empeño en atacar a la gente que se comporta de cierta manera por crianza/cultura en lugar de a los putos nazis que lo son orgullosa y concientemente, no habra esperanza.

Gabriel Pinzón dijo...

Vale la pena advertir públicamente la forma como hace el fascismo para oprimir a las personas por quiénes son: atribuyéndoles más proclividad a la corruptibilidad, la maldad, el desorden, la desconsideración, las adicciones, etc., por el solo hecho de ser de otras ideologías, etnias o nacionalidades o por ser pobres.

Y acerca del señalamiento de progre, ese más probablemente fue un invento de los conservadores con la intención de hacer pasar públicamente por supuestamente malo en sí mismo a todo lo que sea progresismo en vez de conservadurismo.

Gabriel Pinzón dijo...

Y en cuanto a lo de equiparar a cualquier movimiento de izquierda con el totalitarismo comunista del siglo XX por parte de fascistas y conservadores, no es que sea absurdo, sino amañado, y en realidad es una estrategia completamente deliberada.

Armando E. Torre Puerto dijo...

Ma. Hoy sí no puedo estar de acuerdo, amigo.

Por la información que tengo, estoy 100% de acuerdo con un movimiento antifacismo, pero no con Antifa. No son asesinos como muchos neonazis, pero siguen siendo porros.

Respecto a la Intellectual Dark Web... En muchos casos ni siquiera hablamos de centristas. Muchos de ellos, como Bret Weinstein o Kyle Kulinski son fans de Sanders. Kulinski es el mejor ejemplo. Es un feroz socialdemócrata y crítico del partído Demócrata por sus políticas tibias. Es un crítico de centristas. ¿Por qué está incluido? Porque en temas sociales, como Joe Rogan, es libertario. Y su postura es simple sentido común. En primera, son temas en los que lograr base común para mejorar las leyes es una tarea casi imposible. En segunda, lo que se necesita es libertad nada más. Y justo con el resto del grupo, lo que propone es que cada quien tiene la libertad de creer lo que quiera y hacer lo que quiera con su vida... sin por ello obligar al resto a creer lo mismo. Eso es libertad.


Y no son un grupo ni aislado ni homogeneo. Lo que Hoff Summers dice no es distinto a lo que dice Thomas Sowell, quien básicamente diseca y expone estadísticas desde los 70s. Y si se busca igualdad, yo diría que no es negar esos estudios, sino trabajar a partir de ellos (paternal leave, por ejemplo). Hoff Summers tampoco se aleja de lo que la ONU trabaja a través de HeForShe. De hecho, los radicales se disparan en el pie al negar la opresión masculina en lugar de sumarla a su narrativa; aceptarla sería un gran paso para acabar con el machismo. Jordan Peterson, tiene un montón de brechas de lógica, pero también tiene una gran base en común con gente como Stephen Pinker e incluso Richard Dawkins y Noam Chomsky. Respecto a la homogeneidad, simplemente no se puede poner en la misma caja a Kulinski y a Steven Crowder. Uno es socialdemócrata y el otro es 100% libertario. Crowder es muy bueno para buscarle errores al discurso de chairos y radicales, pero es un maestro para las omisiones irritantes, cosa que no pasa con Kulinski. Otro ejemplo de diferencias con Kulinski es Bill Maher, quien compra y promueve todo lo que dice el partido Democrata, pero coincide perfetamente con Peterson en temas de libertad de expresión. Tienen sus diferencias, que muchas veces surgen por lo que uno u otro ignora, pero lo que tienen en común es el respeto a la evidencia y el rechazo al radicalismo sin fundamentos. O sea, cuenten conmigo.


De izquierda a derecha sin pasar por el centro, decía un amigo. A veces la evidencia nos lleva a un lado o el otro en distintos temas. No hay la más remota necesidad de comprar un paquete ideológico o de ser adoptados por una u otra tribu. Se necesita cierta libertad para ser creativos y cierto orden para ser productivos, es cuestión de balancear.

IsraelCaicedoTorrado dijo...

Estoy de acuerdo con Armando en que no tenemos la necesidad de comprar un paquete ideológico de derecha o izquierda. Si no estar de acuerdo con ideas como... el género es enteramente un constructo social, todo hombre lleva un violador dentro, el aborto es siempre un derecho sin cuestionamientos o la inmigración debe permitirse sin ningún control, entre otras, lo hace uno cómplice del fascismo y está uno ayudando al resurgimiento del nazismo genocida, pues no me lo creo.

Maik Civeira dijo...

Eso mismo que objetas ya está respondido en el post:

"Ojo: no estoy diciendo que las personas que hagan críticas contra la izquierda o los movimientos por la justicia social sean secretamente fascistas o estén siendo manipuladas por el fascismo. Tampoco estoy planteando una cuesta resbalosa en la que si nos atrevemos a criticar al feminismo vamos a terminar volviéndonos nazis.

No, porque en primer lugar no estoy diciendo se deba dejar de criticar a los movimientos progresistas, sino por el contrario, ser mejores críticos evitando las falsas equivalencias, la difusión de información engañosa y los análisis superfluos basados en prejuicios."

Unknown dijo...


que pedazo de basura de articulo, venia a leer sobre falacias argumentativas y en vez de eso me encuentro con un panfleto ideologico con argumentos arbitrarios y sesgados a proposito.
porque todo tu articulo se centra en justificar una postura radical por encima de la otra basandote en falacias de falsa dicotomia, non sequitors, ad baculum y un monton falacias groseras e insultantes para cualquier persona minimamente racional.
a la logica no le interesa tu moralidad o tus "buenas intenciones", la logica es fria y dura, no entiende de ideologias estupidas y fracasadas, solo entiende de HECHOS y DATOS.

Maik Civeira dijo...

Ya que eres un apasionado de la lógica, deberías saber que el sólo soltar nombres de falacias no constituye un argumento en sí, como tampoco lo es enlistar descalificaciones. Vamos, ni siquiera señalas dónde están todas esas falacias que dices que están en el texto. Veamos si en un siguiente comentario puedes presentar los hechos y los datos, no solamente invocar el mantra "hechos y datos", pues tu reacción no es muy lógica ni muy fría, sino más bien un despotrique visceral. Saludos.

Si todavía te interesa aprender sobre falacias argumentativas, aquí hay un enlace a una serie de textos de mi autoría:
https://www.maikciveira.com/2014/03/falacias-falacias-everywhere.html

MalBicho® dijo...

Me acaba de llegar un WhatsApp de La Señora La Lógica de los hechos y datos para informarme de lo que SÍ le interesa. Me dice que exige, mínimamente, claridad. Señala que es una pena que en el nombre de la lógica pura y dura (Su Nombre) a la gente le dé por comerse puntos, acentos y mayúsculas. Ah, también exige tener tanates para poner el nombre de uno cuando esgrime argumentos y descalificaciones.

Jaja

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